Un muerto recalcitrante es una alocada comedia protagonizada por Glenn Ford y Debbie Reynolds. Estaba acostumbrada a ver al actor en papeles de cine negro, western o dramas y me ha parecido muy curioso verle en este papel cómico, y he de decir que me ha gustado mucho.
Es un filme que recuerda en cierto modo a la película de Alfred Hitchcock ¿Pero quién mató a Harry? en la que varias personas creen haber matado a un hombre al que entierran y desentierran. Además en Un muerto recalcitrante se hace referencia al director británico mago del suspense al que llaman por teléfono para saber como deshacerse de un cadáver, intentando recabar su opinión de experto.
Pero no quiero centrarme en el argumento de esta interesante y divertida película que acabo de ver y que os recomiendo, sino en una escena del comienzo de la misma. El protagonista es un director televisivo que vive muy estresado por su trabajo y por las presiones de un chantajista. Tras la grabación su secretaria le da una pastilla y un vaso de agua y entra con prisas y nervios en su despacho donde le ve un doctor y se aprecia la poca paciencia del protagonista, y lo mal paciente que es. Cuando entra en su despacho se tumba en un diván y el médico le toma el pulso.
¿Cómo está el pulso? pregunta nuestro protagonista. Y el doctor, con algo de sorna le contesta que maravilloso si hubiera subido corriendo una montaña con una carga a cuestas.
Entonces le inyecta vitaminas mientras la secretaria va repasando la apretada agenda de su jefe, y termina diciendo: "telefoneó su señora; sigue enamorada de usted". Todo esto son signos del estrés y mucho trabajo del director televisivo y del poco tiempo que dedica a la vida familiar y al relax.
Como ya he dicho antes no es un buen paciente, así que, como no podía ser de otra manera, se queja del pinchazo: "¿Con qué pincha usted? ¿Con un clavo?", y después le pregunta si no va a tomarle la presión, y el médico, que lo da como un caso perdido, le contesta que ¿Para qué? Ya sé lo que va a marcar.
"Eso es lo que me gusta de usted, que siempre me infunde ánimos. ¿Qué le parece si un día me diera un consejo?".
"Ya se lo di pero usted prefirió ignorarlo, desde ahora sólo puedo ofrecerle mis mejores deseos", le responde el médico con cierto tono de resignación, y añade: "usted tiene 'televisionitis', conocida como la manía del siglo, que puede producir supra-dosis de trabajo e infra-dosis de sentido común".
Nuestro protagonista se pone gallito y le indica al médico con aire de suficiencia que en la guía telefónica hay 14 columnas de médicos y que a lo mejor escoge a uno de ellos. Pero si pensaba que con esto su doctor se iba a arrugar o iba a cambiar de actitud, nada más lejos de la verdad, pues el médico ni corto ni perezoso le tira la guía telefónica a la mesa y añade antes de marcharse: "Que Dios le ilumine".
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