Acabo de ver la coproducción argentino-española "Al final del túnel" (2016), protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Clara Lago, un thriller lleno de suspense, violencia y tensión, con guión y dirección de Rodrigo Grande.
El protagonista no es un héroe al uso, es más bien un antihéroe, se trata de un hombre joven y atractivo pero que vive en una mansión como si fuera un ermitaño, deprimido y siempre trabajando en un sótano con sus ordenadores. Sufrió un accidente de coche (en una imagen se muestra un coche destrozado que nos hace pensar que fue el causante de que necesite una silla de ruedas) y perdió a su mujer y a su hija. La pérdida de su familia y su discapacidad le tienen sumido en la tristeza y aislado del mundo, sin alicientes.
Se ve que maneja muy bien la silla de ruedas, si se cae es capaz de levantarse con facilidad y apreciamos que hace ejercicio y puede moverse bien pese a su discapacidad para la marcha. Además tiene adaptaciones en su domicilio, en concreto vemos una especie de montacargas o plataforma que le permite bajar al sótano o volver a subir a la casa con mucha comodidad y rapidez, sorteando las escaleras que serían para él una infranqueable barrera arquitectónica.
Como anda mal de dinero y en una escena vemos una carta que pone embargo, decide alquilar una habitación. Su vida cambia cuando en respuesta al anuncio se presenta en su casa una atractiva joven que le confiesa que es bailarina, y la hija de ésta, Betty (Uma Salduende), una niña que no pronuncia palabra. Inicialmente podríamos pensar que es incapaz de hablar o que es autista pues también vemos que rehuye un poco el contacto, pero la madre afirma que no es muda, que habló hasta los cuatro años y dos años atrás dejó de hablar. Sin embargo, podremos verla susurrar a Casimiro, el perrito enfermo del dueño de la casa. ¿Qué es lo que le pasa a la niña? ¿Por qué ha dejado de hablar? No lo quiero desvelar pero algo que la impactó en su vida la dejó sin palabras.
La llegada de esta mujer joven y vital y de su silenciosa hija cambiarán la vida de Joaquín, eso y que unos violentos ladrones empiezan a cavar un túnel bajo su casa para robar las cajas de seguridad de un banco. Él los descubre con sus sistemas informáticos y lleva a cabo un plan para detenerlos y, si es posible, llevarse parte del botín.
Joaquín me recuerda a James Stewart en la genial película de Alfred Hitchcock, La Ventana indiscreta, el hombre sentado en una silla de ruedas con la pierna escayolada, que entretiene su tedioso tiempo contemplando la vida de sus vecinos e incluso involucrándose en ella. Sbaraglia está también en una silla de ruedas, al parecer por una lesión medular de la que no quiere hablar, sólo en una ocasión apunta que quizás podría operarse, pero no especifica más. Desde su silla de rueda, con una microcámara y micrófono conectados a su ordenador espía a los ladrones mientras cavan el túnel y planean el robo, y se involucra en el plan. ¿A que existen similitudes?
Pablo Echarri da vida al cabecilla de los ladrones, y hace un gran papel como delincuente siniestro, violento, capaz de todo, un papel alejado de sus interpretaciones de galán de telenovelas (Mía sólo mía, Montecristo o Chiquititas).
¿Joaquín conseguirá sus objetivos? ¿Sabremos por qué calla la niña? ¿Volverá a hablar? ¿Surgirá el amor entre la pareja? La verdad es que ella desde el principio se da cuenta de que a él le gusta y le da a entender que la silla de ruedas no es un impedimento...
La intriga nos acompaña durante todo el metraje y hay que decir como aviso para las personas más sensibles, que hay algunas escenas muy violentas, crímenes y agresiones. La tensión y el suspense están servidos...¿Os animáis con esta aventura?
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